ficciones

Melchor fue el primero en advertirlo. Yo tenía miedo. Sí, pero por otro lado me gustaba lo que empezaba a pasar. Además, creo que incluso había cierta envidia de su parte. Eso también me gustaba. El asunto era raro. Yo creo que él vio más cosas y por eso se marchó así, a tontas..
Aún no me repongo del todo.

- No le entiendo, de qué me habla, Gonzalo...

-Los relatos breves. Para tener tiempo de que todos leyéramos algo en cada sesión, escribíamos pequeños cuentos o fragmentos de nuestras novelas. La cosa es que lo que leíamos nosotros, no Melchor, empezaba a suceder en la vida real.

- ¿En la vida real?

"Sí, yo soy la hija del Melchor (cuidado que está todo mojado) Usted para qué me sigue? Yo no quiero hablar... haga el favor de irse. Déjeme pasar (esta puta lluvia) Sí, ese poema tan conocido -como usted dice- me lo escribió a mí cuando era chiquita. Eso fue hace mucho y la verdad no me acuerdo ni qué decía... (las alcantarillas están tapadas) En cambio recuerdo bien el olor a café, las mesas sucias, las patas de las sillas de los bares, la gente reunida en torno a él... (el pararayos de la iglesia hace años que está roto) La última vez me llevó a casa de unos amigos. Nunca volvió a buscarme".

"... desde la infancia que lo conozco a Melchor, sí. Siempre fue bastante inteligente, pero sentía una necesidad tremenda de arruinar los momentos, de comportarse como un loco, ¿entendés? Creo que en su diario el habla de Don Alejandro... sí, lo íbamos a ver seguido al viejo. Cuando sucedió aquello no lo pude creer, pero ahora que lo conozco mejor... no sé, Melchor no está loco, ése es el problema. Aquella tarde mirábamos al viejo trabajar, como siempre... y de repente, puf, el pibe agarra la tijera y se lanza sobre Don Alejandro. Empezó a cortarle los pelos de la nariz con una rabia, "yo le voy a cortar todos los pelos", gritaba. Pobre Don Alejandro, enseguida empezó a sangrar... creo que tuvieron que operarle la nariz más de una vez..."

Don Alejandro

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Don Alejandro, el abuelo de un amigo de la infancia, era un hombre callado.
Cada vez que pasaba por la puerta de su casa, lo veía trabajando en algún mueble. Él tenía un tallercito donde reparaba muebles viejos y era muy raro verlo haciendo otra cosa. Siempre concentrado en su trabajo, con la mirada fija en la sierra o el martillo.
Mi mirada, en cambio, se fijaba en otro detalle cada vez que lo veía trabajando: la exagerada cantidad de pelos que salían de sus fosas nasales. Eran como dos pequeñas pelucas asomando.
Me paraba en el portón y luego de un saludo poco efusivo, lo veía diez o quince minutos haciendo lo suyo. A él no parecía molestarle, es decir, seguía con su trabajo callado. Pensaría que mi motivación era aprender algo de su oficio, o que simplemente estaba maravillado por su destreza con las herramientas. ¿Qué hubiera pasado si Don Alejandro hubiese sabido que, en realidad, yo estaba encandilado como un venado por una linterna, una linterna con excesivo vello nasal?
Lo mio era una especie de trance en el que me quedaba sin respuesta al ver esa nariz superpoblada, una especie de miedo y fascinación.
Una vez le pregunté a mi amigo sobre el tema y me dijo que en realidad era que el bigote le crecía muy arriba y especificamente desde dentro de la nariz. "¡Pucha!" le contesté "¡Si el bigote le creciera un par de centimetros más abajo hubiera sido el Tom Selleck argentino"

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"Melchor era un bromista nato... la última vez que lo vi me confesó que iba al carnaval disfrazado de sí mismo".

algunos datos sobre "Panganaque"

Algunos estudios intentan probar que Panganaque proviene del título de la novela inédita de Melchor, titulada Pha Nga Naked, escrita originalmente en inglés y traducida al español, años después por el propio Melchor. La novela referiría a las aventuras de un detective privado enredado en líos de faldas en la bahía de Pha Nga (Thailandia). Por razones desconocidas Melchor habría decidido quemar la novela antes de terminar de traducirla.
"... donde el grupo de Latin Jazz Melchor y sus Panganaques, dieron un concierto en el marco del séptimo aniversario del festival. El hecho sucedió promediando la noche. Melchor, líder de la banda, paró en seco a sus músicos, que lo miraron sin entender nada. Luego, el hombre empezó a leer una poesía incoherente, sin motivo alguno. Cuando terminó de leer el último verso, se bajó los pantalones y comenzó a correr a una de las coristas agarrando su pene con la mano derecha. A punto estuvo de alcanzarla, pero, para forturna de la pobre coreuta, los organizadores del evento pudieron frenarlo a la carrera. El susodicho Melchor se encuentra en estos momentos en las dependencias de la seccional número 7 de Chivilicoy a la espera de ser procesado por las autoridades. "
".... claro que conocí a Melchor, en el Cuatro Chuts, un bar de mala muerte... de esos en los que el suelo está lleno de papeles con mayonesa y mostaza: esas servilletas finitas, muy delgaditas. Verá usted, yo lo frecuenté poco al Melchor, yo en ese entonces era novia de un poeta, de Fernando Casares, poeta chileno, muy bueno, hacía unos poemas guapísimos... y sí, ahí conocí a Melchor, hombre tímido, de pocos gestos, ¿sabe? Siempre sentadito con su abrigo gris, sin decir palabra. Era músico, o eso decía... o eso me dijo Fernando... es que ahora, le digo la verdad, no me acuerdo bien. Sí me acuerdo que este Melchor hablaba poco y andaba con un estuche negro y un cuadernito rojo gastado. No sé, yo creo que un día se enojó y se fue. Sí, no estoy muy al tanto, pero un día estábamos sentados en la mesa del Cuatro Chuts y... ya no recuerdo si yo estaba presente o si me lo contó Fernando, lo cierto es que de repente Melchor se pone de pie y va corriendo a una mesa. Parece ser que se detiene y empieza a comer del plato de un hombre que estaba con su pareja... imagínese la cara del hombre... no podía creerlo... cuando terminó de comer eructó y le pellizcó el culo a la mujer, gracias, creo que dijo y se fue sin saludarnos, corriendo... después no lo vismos más. Raro, ¿no? Perdón... ¿ustedes eran de la tele o de una revista?..."

ter tu lios

Se reunían en cafetines o en bares baratos. Guardaban en sus bolsos, o doblados en los bolsillos del pantalón algunos poemas o cuentos impresos en hojas carta, robadas de ruines despachos. Después de comentar el tiempo, algún partido de futbol o el capítulo de alguna serie de televisión, alguno se animaba y leía... tímido, susurrante.. Los demás se ponían nerviosos. Parecían inmigrantes en espera para mostrar sus pasaportes falsos, o reos con sus rogativas para salir de presión, u obreros sindicalistas empuñando sus petitorios salariales. De reojo miraban a Melchor. Era el único con suerte : "había publicado" Si lo veían sonreir, sonreían. Si lo veían bostezar, le daban un sorbo amargo a la cerveza tibia que esperaba sobre el mantel manchado...

Los Ginetes de la Poca Elipsis. Fragmento del Libro de las Redundancias. Versículo XVII.

Zetulus 14.12.4

"...Y así, Raukore, el vil, hallose parado sobre la cima del monte, observó el desolado paisaje de las estribaciones oscuras. Unos segundos después emprendió el descenso posando un pie delante del otro, para luego repetir la operación, pero esta vez con el otro pie. Una vez más avanzó un pie delante del otro, y otra vez, y otra vez, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra, y otra."

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Libertad

Habíamos decidido comernos el mundo. Esa última mañana nos despertó un aroma exquisito, un vaho a caldo. Alguien cocinaba y silbaba gozosamente en nuestra cocina, con aire victorioso.
Nos dejó probar aquella sopa de ojos, pero nunca pudimos verla.